Desde
hace unos cuantos años, se viene repitiendo la misma escena y la misma vieja
historia al llegar la época estival: miles de perros son abandonados por sus
dueños cuando éstos se van de vacaciones. Ya he visto tres o cuatro y no me
mola nada. Y eso que todavía no ha llegado agosto, mes vacacional por
excelencia.
“Él nunca lo haría” es el lema de una
acertada campaña publicitaria que desde su inicio ha pretendido concienciar a
la sociedad de que es justo y necesario evitar esa situación. En dicha campaña,
que seguramente recordarán, aparecía un perro abandonado en medio de una
carretera. Es una imagen tétrica y patética, sin lugar a dudas. Pero es el
reflejo de la realidad, ya que los perros abandonados suelen terminar sus días
en el asfalto (son atropellados) o en las perreras. Ese suele ser su fatídico
destino. O en el mejor de los casos, siguen el rastro de sus dueños gracias
a su instintivo y maravilloso olfato y
se reencuentran con ellos tras kilómetros y kilómetros de distancia.
Ciertamente, la imagen de un perro
abandonado llega al alma de cualquier persona medianamente sensible. Desde
aquí, pido respeto y cariño para los animales. Cuídenlos y quiéranlos. Los
perros, en concreto, están haciendo un gran servicio a la sociedad. Así, hay
perros guardianes en casas y empresas (cuyo territorio custodian como nadie),
perros lazarillo que son la vista de los ciegos, perros policía que identifican
a los cacos y que encuentran la droga oculta, perros que tiran con fuerza de
trineos en zonas gélidas de la tierra (sirviendo de este modo como medio de
transporte), etc. Y el calor proporcionado por el pelaje de éstos también ha
salvado a seres humanos de la muerte por congelación. Y, además, muchos perros
han dado la vida por sus dueños. En televisión vi el caso de un perro que,
cuando se empezó a quemar la casa, golpeó con las patas la puerta de la
habitación en la que se encontraban durmiendo sus dueños. Éstos pudieron salir
de la casa en llamas, pero el perro, avisador, murió carbonizado. Además los perros
también nos acompañan en la “hora final” y más allá de la muerte. No sé si
conocerán el caso del perro que se tumba sobre la sepultura en la que está
enterrado su dueño. El perro no se va del cementerio y al final se ha hecho
amigo del enterrador, que le da de comer.
Como vemos, estos ejemplos nos ilustran
claramente que los perros representan valores de los que bastantes humanos
carecen, como la lealtad, la bondad y la amistad. Sinceramente, creo que
debemos mucho a los perros, que continuamente nos están dando lecciones de
humanidad. Y como dice mi abuelo: “¡Hay que ver cómo son los animales, que
tienen más sentimientos que muchas personas!”. Sí, es verdad, los perros jamás
abandonan al hombre, ya que son el mejor amigo de éste. Aunque el hombre les
“falle”, ellos siempre vuelven. Estos sí que son muy buenos “colegas”. Se
entregan a sus dueños de manera desinteresada y les ofrecen compañía. Y dada la
actual y creciente tendencia a la soledad del ser humano, esta compañía evita
la misma y previene o mitiga depresiones. Con ello no quiero decir que puedan
sustituir el amor de un ser humano; pero la verdad es que el simple hecho de
acariciarlos relaja bastante (es muy beneficioso para el sistema nervioso y,
además, previene enfermedades cardiovasculares). Y ello está demostrado
científicamente.
Por otra parte, y paralelamente al abandono
de los perros, se produce otro hecho no menos criticable: en vacaciones, muchas
familias internan a sus miembros ancianos en residencias -o incluso los
abandonan en hospitales- por considerarlos un estorbo. Ellos nunca lo harían
(tampoco abandonaron a sus hijos cuando éstos eran pequeños y se encontraban
indefensos. Los padres tuvieron entonces instinto de protección).
Para terminar diré que tanto el abandono de
los perros como el de los ancianos son acciones que dejan mucho que desear y
enseguida definen a quienes las llevan a la práctica. Suelen ser personas
viles, despreciables, crueles, maquiavélicas, que no merecen crédito, y a las
que su egoísmo debería conducirles a la más dura soledad, para que así tuvieran
tiempo de reflexionar sobre la dirección de su vida (o la falta de ella). Y es
que a estas alturas a las buenas personas nos sorprende la cantidad de mentes
enfermas y de podredumbre que hay en
este mundo.
Publicado en Diario de Soria el martes 15 de julio de 1997