La corrupción en España se está convirtiendo en una epidemia. Y es que
casi a diario la opinión pública tiene conocimiento de un nuevo caso por los
medios de comunicación. Antes de la crisis también había corrupción; pero una
parte muy importante de la sociedad no sólo no la rechazaba, sino que incluso
había muchas personas que la justificaban diciendo que si ellas estuvieran en
puestos de poder harían lo mismo. Pero ahora las difíciles circunstancias
económicas por las que atraviesan cada vez más personas, ya sea porque están en
paro o porque se han visto afectadas en primera persona por la susodicha
corrupción (como el pufo de Bankia o la estafa de las preferentes), han
provocado una mayor sensibilización social hacia ella.
Los casos más graves de corrupción se están produciendo, como es lógico,
en los ámbitos de mayor poder económico, como son el mundo empresarial (de
hecho uno de los mayores fraudes fiscales procede de grandes corporaciones), el
financiero y el político (entre los que hay connivencia). Pero son sobre todo
los dos últimos los que suscitan mayor preocupación entre los ciudadanos ya que
el dinero que “desaparece” es público. Y robar en la empresa privada es grave
pero robar el dinero de todos lo es aún más. La corrupción también salpica
fuertemente al partido del Gobierno conservador y deja por los suelos su ya
escasa credibilidad. Aunque los incesantes casos de corrupción no sólo
desprestigian la actividad política sino que también ponen en tela de juicio todavía
más a un sistema “democrático” ya viciado de origen. Hay una característica común en todos esos
casos y es que todas las personas imputadas en ellos suelen vestir con traje y corbata,
intentando transmitir a la sociedad una imagen de seriedad y pulcritud. Sin
embargo, no por que una persona vista así es más respetable o creíble pues como
dijo el genial Chaplin el valor de un ser humano no se mide por su ropa o por
los bienes que posee, sino por su nobleza. Es necesario cambiar el pensamiento
capitalista dominante “tanto tienes, tanto vales” por el humanista “tanto eres,
tanto vales”.
Los mayores ladrones y “buitres” de este país van, pues, trajeados.
Mientras las cárceles se llenan de gente pobre que no sabe cómo se hace el nudo
de la corbata, hay ricos codiciosos robando con elegancia. Éstos, de llegar a
enfrentarse a la Justicia, tienen buenos abogados (que incluso demoran los
procedimientos judiciales para que los delitos prescriban) y suelen acabar impunes. Además de no devolver lo
que han robado no suelen pisar la cárcel pues tienen dinero de sobra para pagar
las fianzas que se les imponen y seguir viviendo rodeados de grandes lujos. Aparte,
la corrupción es un lastre que nos impide superar la crisis. Los políticos, que
son los encargados de legislar, deberían endurecer las penas en los delitos de
corrupción y el indulto debería dejar de ser prerrogativa del Gobierno. Así lo
está exigiendo la mayoría de la población. Pero mucho me temo que no lo harán
porque hay bastantes corruptos entre ellos. Sería algo de justicia social y máxime
en un contexto de crisis económica. También hay corruptos y poderosos que se llevan un montón de dinero a
lugares donde no pagan impuestos y son unos de los mayores responsables del
empobrecimiento del país. Y pienso que en lugar de recortar cerrando centros
sanitarios los gobiernos deberían acabar con esos paraísos fiscales.
Publicado en Heraldo de Soria el martes 29 de enero de 2013