sábado, 8 de junio de 2013

Obsolescencia programada

Muchos de los productos que compramos están hechos para que duren un determinado tiempo. No es casualidad, por ejemplo, que los que tienen un periodo de garantía de 2 o 3 años suelan comenzar a dar fallos o se estropeen tras expirar el mismo. A menudo ocurre que hay artículos que no pueden repararse; y el arreglo de los pocos que lo tienen puede costar tanto como adquirirlos nuevos y no compensa, pues, su reparación. De esta forma los fabricantes obligan a comprar nuevos productos y aumentan sus beneficios. A la práctica de programar el fin de la vida útil de un producto se le denomina obsolescencia o caducidad programada y sobre todo se da mucho en aparatos electrónicos. Ello es un perjuicio tanto para la economía familiar como para el medioambiente, pues supone un derroche de recursos que impide el desarrollo sostenible del planeta.

   El primer caso de obsolescencia programada fue el de la lámpara incandescente, presentada de forma oficial por Edison en el año 1879. Cuando empezó a venderse tenía una duración  de 1.500 horas y años después, concretamente en 1924, había empresas que anunciaban bombillas que duraban 2.500 horas. Actualmente una bombilla incandescente no supera las 1.000 horas de vida (es decir, alrededor de un año de uso). Y esto, después de tantos años y con el progreso científico que ha habido, no tiene sentido. Y de hecho el empresario español Benito Muros ha inventado una bombilla que puede llegar a durar 80 años; y no sólo el Ministro de Industria no ha querido recibirle sino que está amenazado de muerte por negarse a aceptar una oferta económica, para que no saliera al mercado dicha bombilla.


  Tampoco es lógico que con todo lo que se avanzado tecnológicamente los electrodomésticos duren cada vez menos. Actualmente se hacen lavadoras y frigoríficos que en algunos casos no duran más de seis años y fabricándose sin obsolescencia programada podrían llegar a funcionar 60 años e incluso podrían repararse sin ningún problema. También las impresoras vienen programadas de fábrica para que se bloqueen al imprimir cierto número de copias, debido a un chip que los fabricantes les incorporan. Los teléfonos móviles, tan abundantes, suelen dar problemas a partir del segundo año de uso y se hacen para que duren cinco años como mucho. Y hay baterías de coche que mueren al año y medio de ser estrenadas. Las pilas podrían durar mucho más pero a sus fabricantes no les interesa. También podrían hacerse medias de nylon sin carreras (se hicieron el siglo pasado, pero como los fabricantes vieron que era un pésimo negocio para ellos dejaron de hacerlas).
     
   Los poderes económicos (grandes multinacionales, grandes fortunas y bancos) y políticos al servicio de los mismos han impuesto a la sociedad un modelo económico basado en el consumismo (comprar, tirar y comprar). Este modelo capitalista, alimentado por un bombardeo publicitario en los medios de comunicación, ha incrementado la concentración de capital en menos gente. A principios de la década de los ochenta el 20 por ciento de la población tenía el 80 por ciento de la riqueza y actualmente solamente el 8 por ciento de la población acapara más del 90 por ciento. A esta situación se ha llegado por un consumo basado en el crédito bancario. Los bancos han logrado tal poder que controlan hasta la deuda pública de países. España es un ejemplo de ello. Los políticos de los dos grandes partidos se pasan por el forro de los pantalones la democracia legislando a favor de la banca, cuya mala gestión está siendo pagada por los ciudadanos, mientras asfixian a impuestos a PYMES y autónomos. Dado que el modelo económico vigente es una fábrica de millones de parados, es necesaria una nueva economía basada en el desarrollo sostenible y en un consumo responsable (debemos dejar de comprar a base de financiación cosas que no necesitamos). La sociedad debería concienciarse de ello y la mejor forma de hacerlo es que a la hora de comprar se apueste por productos de calidad y larga duración -y sobre todo que puedan repararse, a un precio razonable- de pequeñas y medianas empresas locales y nacionales, que son las que crean la mayor parte del empleo en España.

Publicado en Heraldo de Soria el martes 11 de junio de 2013

sábado, 1 de junio de 2013

La influencia social de la televisión

Ya han pasado casi sesenta años desde el nacimiento de la televisión en España. Entonces los receptores eran carísimos y solamente unos pocos, los más pudientes, tenían un televisor en su casa. Actualmente casi todos los hogares españoles disponen no ya de un televisor, sino de varios, lo que también ha contribuido a separar a las familias. Además, la televisión es el medio de comunicación que más influye en la sociedad debido a su gran propaganda ideológica y a su abundante publicidad, subliminal en ocasiones. Por ello, es importante seleccionar los programas y analizar sus mensajes con un sentido crítico, ya que en personas que tienen un nivel cultural bajo y una escasa o nula capacidad de crítica les induce con facilidad a pensar y a vivir de una determinada manera, siendo proclives a convertirse en autómatas sometidos a la voluntad de los poderes políticos y económicos. Por ejemplo, el suplemento dominical de Heraldo de Soria del pasado 12 de mayo mostraba que algunos programas seducen a los jóvenes con fórmulas de éxito fácil y el culto a la imagen, fomentando el individualismo y el egocentrismo, lo que les convierte en “juguetes rotos” sin valores y sin sensibilidad por la realidad social.

   Por otra parte, la llegada de la televisión digital trajo más canales gratuitos y por lo tanto más programas. Aunque no más calidad. La cadena cultural por excelencia sigue siendo La 2, pero la ve poca gente. Y en general, tenemos una televisión que en lugar de formar culturalmente y entretener, distrae a la sociedad con larguísimos culebrones, con los llamados reality shows (cuyas elevadas audiencias también reflejan la gran cantidad de personas morbosas y cotillas que hay), con mucha crónica de sucesos para que la sociedad se consterne -y no reflexione- y partidos de fútbol (que tienen un poder de convocatoria muy superior a cualquier manifestación para reivindicar derechos) para que la gente no hable ni del paro ni de la corrupción y desvíe la atención de la nefasta política del Gobierno. Y por si todo esto fuera poco el presidente del mismo, en un gesto antidemocrático, comparece en un televisor de plasma para evitar ser preguntado por los periodistas. Aparte, otro aspecto de la programación que quiero comentar es que pocos debates merecen la pena y en mi opinión son muy necesarios porque del contraste de pareceres surge la luz. Sin embargo, el debate que no es a horas intempestivas está descompensado o es un diálogo de sordos o una discusión de patio de colegio en la que predomina el y tú más y se hace una ardiente defensa del bipartidismo. Y también me resulta insoportable  que tertulianos paniaguados intenten trasladar a la opinión pública ese optimismo gubernamental de que pronto estaremos mejor, cuando no hay datos objetivos que lo demuestren. Y es que me resulta imposible creer que haya personas con una visión tan distorsionada de la realidad.


   Antiguamente se decía que una persona con información es una persona con opinión. La televisión es sin duda el medio que más opinión crea. No obstante, es aconsejable no limitarse a un solo informativo si se quiere tener conocimiento de todas las noticias y de todas las caras de las mismas, pues a veces en las cadenas estatales y en algunas privadas no se emiten las opiniones contrarias a leyes gubernamentales. Por ello siempre es bueno contrastar la información y ver otros canales. Además hay noticieros que rezuman sensacionalismo; o que narran las noticias sin orden y jerarquía, entremezcladas con hechos irrelevantes o anecdóticos. O incluso comienzan hablando del tiempo sin que haya una emergencia climática (una inundación, un huracán, un tornado, etc.). Y al final el espectador inteligente tiene la impresión de que se le han contado pocas cosas interesantes. También he notado que en informativos de cadenas públicas la actualidad internacional copa demasiado tiempo en detrimento de las noticias nacionales, que interesan bastante porque nos afectan más. Y es que seguramente los gobernantes quieren que pensemos continuamente que en otros lugares se vive mucho peor que en España. Con la que está cayendo aquí.

Publicado en Heraldo de Soria el martes 28 de mayo de 2013