jueves, 4 de julio de 2013

Él nunca lo haría

Desde hace unos cuantos años, se viene repitiendo la misma escena y la misma vieja historia al llegar la época estival: miles de perros son abandonados por sus dueños cuando éstos se van de vacaciones. Ya he visto tres o cuatro y no me mola nada. Y eso que todavía no ha llegado agosto, mes vacacional por excelencia.

   “Él nunca lo haría” es el lema de una acertada campaña publicitaria que desde su inicio ha pretendido concienciar a la sociedad de que es justo y necesario evitar esa situación. En dicha campaña, que seguramente recordarán, aparecía un perro abandonado en medio de una carretera. Es una imagen tétrica y patética, sin lugar a dudas. Pero es el reflejo de la realidad, ya que los perros abandonados suelen terminar sus días en el asfalto (son atropellados) o en las perreras. Ese suele ser su fatídico destino. O en el mejor de los casos, siguen el rastro de sus dueños gracias a  su instintivo y maravilloso olfato y se reencuentran con ellos tras kilómetros y kilómetros de distancia.

   Ciertamente, la imagen de un perro abandonado llega al alma de cualquier persona medianamente sensible. Desde aquí, pido respeto y cariño para los animales. Cuídenlos y quiéranlos. Los perros, en concreto, están haciendo un gran servicio a la sociedad. Así, hay perros guardianes en casas y empresas (cuyo territorio custodian como nadie), perros lazarillo que son la vista de los ciegos, perros policía que identifican a los cacos y que encuentran la droga oculta, perros que tiran con fuerza de trineos en zonas gélidas de la tierra (sirviendo de este modo como medio de transporte), etc. Y el calor proporcionado por el pelaje de éstos también ha salvado a seres humanos de la muerte por congelación. Y, además, muchos perros han dado la vida por sus dueños. En televisión vi el caso de un perro que, cuando se empezó a quemar la casa, golpeó con las patas la puerta de la habitación en la que se encontraban durmiendo sus dueños. Éstos pudieron salir de la casa en llamas, pero el perro, avisador, murió carbonizado. Además los perros también nos acompañan en la “hora final” y más allá de la muerte. No sé si conocerán el caso del perro que se tumba sobre la sepultura en la que está enterrado su dueño. El perro no se va del cementerio y al final se ha hecho amigo del enterrador, que le da de comer.


   Como vemos, estos ejemplos nos ilustran claramente que los perros representan valores de los que bastantes humanos carecen, como la lealtad, la bondad y la amistad. Sinceramente, creo que debemos mucho a los perros, que continuamente nos están dando lecciones de humanidad. Y como dice mi abuelo: “¡Hay que ver cómo son los animales, que tienen más sentimientos que muchas personas!”. Sí, es verdad, los perros jamás abandonan al hombre, ya que son el mejor amigo de éste. Aunque el hombre les “falle”, ellos siempre vuelven. Estos sí que son muy buenos “colegas”. Se entregan a sus dueños de manera desinteresada y les ofrecen compañía. Y dada la actual y creciente tendencia a la soledad del ser humano, esta compañía evita la misma y previene o mitiga depresiones. Con ello no quiero decir que puedan sustituir el amor de un ser humano; pero la verdad es que el simple hecho de acariciarlos relaja bastante (es muy beneficioso para el sistema nervioso y, además, previene enfermedades cardiovasculares). Y ello está demostrado científicamente.

   Por otra parte, y paralelamente al abandono de los perros, se produce otro hecho no menos criticable: en vacaciones, muchas familias internan a sus miembros ancianos en residencias -o incluso los abandonan en hospitales- por considerarlos un estorbo. Ellos nunca lo harían (tampoco abandonaron a sus hijos cuando éstos eran pequeños y se encontraban indefensos. Los padres tuvieron entonces instinto de protección).

   Para terminar diré que tanto el abandono de los perros como el de los ancianos son acciones que dejan mucho que desear y enseguida definen a quienes las llevan a la práctica. Suelen ser personas viles, despreciables, crueles, maquiavélicas, que no merecen crédito, y a las que su egoísmo debería conducirles a la más dura soledad, para que así tuvieran tiempo de reflexionar sobre la dirección de su vida (o la falta de ella). Y es que a estas alturas a las buenas personas nos sorprende la cantidad de mentes enfermas y  de podredumbre que hay en este mundo.

Publicado en Diario de Soria el martes 15 de julio de 1997