El tabaquismo es responsable de que anualmente mueran más de
cinco millones de personas en el mundo. Es la principal causa de muerte,
enfermedad y discapacidad. En poco más de una década las muertes producidas por
el consumo de tabaco se han triplicado. La mitad de las personas que fuman muere por una
enfermedad relacionada con el tabaco. Los fumadores viven de diez a quince años menos que los
no fumadores; y con una calidad de vida bastante reducida. Enfermedades como el
cáncer de pulmón, la angina de pecho y la bronquitis crónica las padecen, casi
exclusivamente, personas que fuman. Pulmones, corazón y estómago son los
órganos más afectados por el humo del tabaco. Éste también provoca daños importantes
en el feto (y encima cada vez fuman más mujeres). La combustión del humo desprende
monóxido de carbono, un gas tóxico similar al que expulsan los coches por el
tubo de escape. En los cigarrillos, los productos que no se queman
completamente forman un polvo negruzco parecido al hollín de una chimenea. Una
persona que fume una cajetilla de tabaco a diario introduce en los pulmones
cada año más de tres cuartos de litro de ese peligroso polvo. El componente principal del mismo es una
sustancia cancerígena llamada benzopireno. La nicotina es el alcaloide causante
de la adicción. Basta con fumar unos pocos cigarrillos para volverse adicto. Si
la nicotina fuera inyectada de forma intravenosa a una persona, la cantidad contenida
en dos o tres cigarrillos sería suficiente para matarla. Y una gota de nicotina
introducida en el pico de una paloma le causa la muerte. Estos ejemplos
muestran claramente que la nicotina es un veneno muy potente. Por otra parte como la misma tiene un sabor amargo la industria tabaquera añade sustancias a los cigarrillos para que fumar sea más agradable y más adictivo. Sin embargo pienso que
cuando una droga es legal debe estar controlada exhaustivamente por el Estado;
y lo dado es que éste impida su adulteración. Pero en el caso del tabaco a los
gobiernos no les interesa prohibir la misma porque recaudan mucho dinero con el elevado impuesto que lo grava.
Por otra parte, quienes
comienzan a fumar lo hacen en grupo a edades tempranas por imitación, por
curiosidad, por un sentimiento de inferioridad, por parecer mayores, etc. Hay jóvenes que dicen rebelarse contra el sistema establecido;
pero al acabar consumiendo alcohol y tabaco demuestran ser incongruentes y nada
revolucionarios, pues contribuyen al aumento de los beneficios de grandes
empresas que se lucran a costa de la salud de la gente. Por otra
parte una persona adulta y madura, bien informada y consciente de sus actos, no
se inicia en el tabaco. Fumar es una aberración, una forma de envenenarse lenta pero segura; y alguien realmente evolucionado no lo hace. La primera experiencia
de una persona con el tabaco suele ser bastante desagradable: tiene accesos de tos,
le dan náuseas o incluso llega a vomitar, etc. Tras ella no quedan ganas de repetir. Pero la presión del
grupo induce a la persona a otra experiencia. En el segundo cigarro el
organismo ya no reacciona de forma tan violenta porque ha elaborado sustancias que
neutralizan en parte la acción del veneno. El tercero ya “sabe” mejor. Y cada
cigarro que la persona fuma después le va produciendo más placer, en progresión
ascendente. Ese placer, por tanto, empuja al hábito y cuando el mismo domina a
la persona se llega al vicio. Y así es como se emprende el camino del
sometimiento y la dependencia. Hay individuos que se engañan a sí mismos diciendo
que fuman cuando quieren. La realidad es que la mayor parte de los consumidores
de tabaco son fumadores diarios y sólo una minoría es capaz de fumar esporádicamente. Además la
mitad de los fumadores que intentan dejarlo no lo consiguen. Pero merece la
pena seguir intentándolo, pues de lograrse se gana mucho. Los primeros días sin fumar –e
incluso el primer mes en algunos casos- se pasa bastante mal, pues el organismo
se había acostumbrado a funcionar con una excitación continua y la
supresión de la nicotina provoca nerviosismo, ansiedad y mal humor. Además de
una voluntad decidida, también ayuda a dejar de fumar realizar alguna actividad
relajante que obligue a tener las manos ocupadas, con el fin de sustituir toda una
conducta gestual que empieza con el chasquido del mechero. No quiero terminar
sin hablar de los polémicos cigarrillos electrónicos. Son menos
tóxicos pero no son inocuos. La combustión de un cigarrillo convencional es muy
tóxica porque el humo contiene muchas sustancias perjudiciales, pero la
vaporización de un cigarro electrónico hace que la nicotina líquida que lleva también
llegue a la sangre a través de los pulmones. Por lo tanto la postura más saludable
e inteligente es abstenerse de ambos.
Publicado en Heraldo de Soria el miércoles 8 de octubre de 2014
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