domingo, 17 de septiembre de 2023

El sistema enferma y mata

La mayoría de los padres dicen a sus hijos adolescentes que si quieren vivir dignamente en el futuro deben esforzarse al máximo en el presente, que tienen que estudiar mucho para colocarse bien. A casi todas las personas pronto se les dice también que tienen que solucionar la vida: esta se plantea como un problema en lugar de una realidad a experimentar. Pero la “carrera de la vida” no empieza igual para todo el mundo. Quienes nacen en familias pudientes, acomodadas, lo tienen mucho más fácil para salir adelante, aunque se esfuercen poco o ni se esfuercen. Las personas ricas desde la cuna tienen más oportunidades y contactos: suelen cursar estudios superiores en universidades privadas y pueden tirarse años preparando una oposición con dedicación exclusiva, sin necesidad de trabajar; y si no heredan una empresa familiar pueden emprender sin temor al fracaso.

   Vivimos en una sociedad muy competitiva; incluso en el ámbito educativo, que por cierto falla: en general, en lugar de generar personas libres fomenta individuos productores y consumidores que no se cuestionan el sistema establecido. Por otra parte, muchas veces se presta menos atención a los alumnos que tienen más dificultades para aprender. Además en los colegios e institutos hay casos de acoso, que causa problemas psicológicos a quienes lo sufren. Y también bastantes jóvenes que terminan los estudios universitarios se desesperan y se deprimen porque no encuentran un empleo relacionado con lo que han estudiado tras haberse esforzado mucho y haber invertido tiempo y dinero. Por otra parte, también hay casos de acoso en los lugares de trabajo, donde en muchas ocasiones hay que lidiar con jefes prepotentes y encargados dictadores; o con compañeros envidiosos que hacen la pelota a los superiores y tragan con todo pensando, equivocadamente, que van a heredar la empresa. Y es que el sistema capitalista imperante fomenta el individualismo. Hay mucha gente que ve a otras personas como una amenaza para la consecución de sus objetivos (sobre todo laborales): hay individuos que ven al prójimo como alguien que les puede “quitar” un buen empleo, llegando a pensar que cuanto peor les vaya a los demás mejor va a irles a ellos. Prefieren ser tuertos con tal de que otros se queden ciegos. Es evidente que en la sociedad, además de haber una lucha de clases, hay una lucha de individuos. 


    La  mayor parte de las personas están sometidas a muchas presiones desde una edad temprana. Y hay que ser muy fuerte para soportarlas. Vivimos en una distopía, una sociedad no deseada, en la que es normal que haya tanta gente inadaptada y tan poca realmente feliz. El frenético ritmo de vida, con tanto estrés, favorece los cánceres y las enfermedades mentales. Casi la mitad de la población española padece estas últimas y acaban afectando al cuerpo en la mayoría de los casos (son psicosomáticas). España encabeza además el consumo de hipnóticos en Europa. Cada vez más personas tienen problemas de sueño por el estrés, la ansiedad y la depresión. Esta última es la causa de bastantes suicidios; están invisibilizados, pero en nuestro país hubo más de 4.000 en el año 2021. Muchos de ellos son de personas jóvenes que se ven atrapadas en un laberinto en el que no encuentran el camino de salida. La juventud y las personas desempleadas (sobre todo las que tienen más de 50 años) son las mayores víctimas de la precariedad, del paro, del elevado coste de la vida, de la vivienda por las nubes y de los salarios o ingresos bajos. En definitiva, de la inestabilidad y de la inseguridad. Y no puede haber salud mental si no hay calidad de vida. En lugar de tantos libros de autoayuda y de tanto asistente social y orientador laboral, debería haber más empleo digno y una Renta Básica. Con ella mejoraría notablemente la salud de la población. Y además toda la riqueza del país debería estar al servicio del interés general, tal y como dice el artículo 128 de la Constitución española. Es una de las asignaturas pendientes de la democracia desde la “modélica” Transición.