domingo, 29 de octubre de 2023

La prevención del ictus

Cada 29 de octubre se celebra el Día Mundial del Ictus, una enfermedad neurológica que aparece súbitamente. Precisamente la palabra ictus viene del latín y significa golpe, haciendo referencia a su repentina aparición. Es una enfermedad que tiene una alta prevalencia en la sociedad ya que en España se producen cerca de 120.000 ictus al año, uno cada cinco minutos. Y como la esperanza de vida va aumentando, se prevé que el número de casos se incremente: se estima que afectará a una de cada seis personas. Es la segunda causa de muerte en España (la primera en el caso de las mujeres). De no provocar el fallecimiento, puede dejar secuelas; de hecho es la primera causa de discapacidad en la edad adulta y la segunda de demencia. Los ictus son más frecuentes en personas de edad avanzada (a los 73 años de media), aunque pueden ocurrir a cualquier otra (edad). En personas menores de 40 años la principal causa de ictus es el consumo de drogas, sobre todo cocaína. También dan ictus por el estrés en el trabajo, por enfadarse mucho, por una preocupación excesiva o por un disgusto fuerte. Otros factores de riesgo son tabaquismo, diabetes, obesidad y un nivel alto de triglicéridos (un tipo de grasa). Sin embargo la hipertensión es la causa de la mayoría de los ictus (el 70 % de ellos). La tensión alta, mantenida en el tiempo, daña el corazón provocando arritmias como la fibrilación auricular, que aumenta el riesgo de ictus. Cuando el corazón late irregularmente pueden originarse coágulos de sangre en el mismo; si estos viajan hasta el cerebro es fácil que provoquen una embolia. De hecho la mayoría de los ictus se producen por el atasco de la arteria cerebral media, que impide el paso de la sangre a la otra mitad del cerebro (isquemia). Por otra parte, son más letales los ictus hemorrágicos (derrames cerebrales causados por la rotura de un vaso sanguíneo), pero afortunadamente solo suponen un 15 % de los accidentes cerebrovasculares. Aunque en ambos tipos de ictus la sangre no llega a la otra parte del cerebro y mueren células nerviosas (neuronas), fundamentalmente por falta de oxígeno. Y cuanto más tiempo pase sin restablecerse el riego sanguíneo, más neuronas morirán y por lo tanto la persona tendrá más secuelas (si es que sobrevive al “golpe”). Por eso es crucial que quien padece un ictus reciba una atención temprana por personal sanitario. En cuanto se presentan los síntomas hay que reaccionar rápidamente y llamar al 112. Es muy importante conocerlos y deberían enseñarse incluso en los institutos. Los principales son: un dolor de cabeza fuerte y repentino, perder el equilibrio, no poder levantar un brazo, tener la comisura de los labios torcida hacia unos de los lados, perder la visión y hablar como una persona borracha (arrastrando las palabras) o no poder hablar. Una vez trasladado el paciente al hospital se trata de restablecer el riego sanguíneo con la introducción de un fármaco por vía intravenosa para intentar disolver el coágulo que obstaculiza la circulación de la sangre en el cerebro. Si consigue disolverse antes de que pasen cuatro horas desde el comienzo de los síntomas, la persona no tendrá secuelas o serán mínimas. Si no se disuelve, hay otra oportunidad para tratar de lograrlo realizando un cateterismo. El catéter se introduce por la arteria femoral, en la ingle, hasta la arteria del cerebro en la que se encuentra el coágulo. Si se consigue atraparlo y se restaura el riego sanguíneo antes de que pasen ocho horas, las secuelas seguramente serán escasas y reversibles con rehabilitación (logopedia, ejercicios, etc.) Pasadas más de ocho horas estas pueden ser permanentes. No obstante, en febrero de este año ha habido un avance médico importante con una técnica que ha tratado con éxito secuelas crónicas de ictus. Dos mujeres recuperaron el control de brazos y manos con un tratamiento de estimulación neuronal desarrollado en dos universidades de Pensilvania, en Estados Unidos.   

Síntomas del ictus

   Por otra parte, la prevención de las enfermedades es fundamental. Y en el caso del ictus todavía es más importante por las dramáticas consecuencias que puede tener, pudiendo dejar discapacitada y dependiente de por vida a la persona que lo padece. La mayoría de los ictus pueden prevenirse con hábitos saludables. Uno de los más importantes es una buena alimentación. Un exceso de sal sube la presión arterial porque aumenta la cantidad de agua en el sistema circulatorio. Es recomendable tomar poca; y mejor si es marina sin refinar. Aparte, si se sigue una dieta abundante en grasas saturadas y se consume bastante azúcar refinado (sacarosa) es fácil que se eleven los triglicéridos y aumente la probabilidad de tener un ictus. También es aconsejable reducir al máximo el consumo de sacarosa para prevenir la diabetes, uno de los factores de riesgo para tener un ictus. Los alimentos que mejor previenen este son el aceite de oliva, las nueces, el tomate y el ajo. El aceite de oliva virgen extra, tomado en crudo, aumenta el llamado “colesterol bueno” (HDL) porque es una grasa monoinsaturada. Comer nueces a diario reduce el “colesterol malo” (LDL) y se “limpian” las arterias, evitando así que se formen atascos en las “cañerías”. Por otra parte, en el año 2015 un grupo de científicos de la Universidad de Finlandia Oriental demostró que el tomate reducía el riesgo de infarto cerebral o ictus hasta un 59 % por los antioxidantes que contiene; y especialmente por el licopeno, el pigmento que le aporta su color rojo, el cual es un vasodilatador que previene la formación de coágulos. También el ajo, tomado en crudo, es un magnífico anticoagulante. Para obtener su efecto terapéutico no es suficiente la cantidad que habitualmente se emplea en la cocina, por lo que es recomendable tomarlo en “perlas”. Estas se venden en herbolarios, farmacias y algunos supermercados. Con 2 o 3 perlas tomadas a diario en ayunas, acompañadas de un vaso de agua, se consigue una sangre más líquida.

   Una de las mejores plantas medicinales para prevenir el ictus es el espino blanco o majuelo, la “valeriana del corazón”. Previene y corrige arritmias cardiacas ya que normaliza el ritmo del corazón. Y además relaja y regula la tensión arterial. Puede comprarse en herbolarios y su extracto en gotas es muy recomendable.

   Para evitar el ictus también es aconsejable no fumar. Una persona que fume una cajetilla diaria de tabaco (20 cigarrillos) tiene seis veces más posibilidades de sufrir un ictus en comparación con una persona que no fuma. El tabaco aumenta la presión arterial y endurece las arterias, por lo que propicia la formación de coágulos.

   Finalmente, caminar media hora a diario previene la diabetes y la obesidad, que como ya he comentado más arriba son factores de riesgo para tener un ictus. También hay que procurar dormir bien, a ser posible profundamente: un sueño reparador equilibra el cerebro. Además es esencial relajarse para que la tensión arterial se mantenga en cifras óptimas. Escuchar música o leer un buen libro ayudan a ello.