Los casos de acoso tanto en el
ámbito educativo como en el laboral son cada vez más frecuentes. Son el claro reflejo de una sociedad en la que han perdido fuerza importantes valores (sobre todo el
respeto) y de un sistema muy competitivo en el que bastantes personas pisan a
otras con un fin arribista. Detectar -y sobre todo frenar a tiempo- los casos de acoso es fundamental para evitar las graves consecuencias (psicológicas,
físicas o ambas) que tienen para sus víctimas. La mayor parte de las veces éstas
sufren en silencio el acoso, pues el entorno se muestra indiferente con su
situación y además casi ninguna de ellas denuncia al acosador por miedo.
En colegios e institutos hay casos de acoso a alumnos y/o profesores.
Hay padres que delegan la educación de sus hijos en el
profesorado, cuando el cometido esencial de éste es la instrucción. Aunque los
profesores también tienen en cuenta que las personas que forman son el futuro
de la sociedad y les transmiten valores, los padres deberían educar a sus hijos
en el respeto a los demás. Esa educación es la base para que la convivencia en
la sociedad sea lo más armoniosa posible. Sin embargo hay padres que miman en exceso a sus hijos colmándolos materialmente, para que posean lo que ellos no tuvieron en su
infancia. Y si además pasan poco tiempo con los hijos debido al trabajo, descuidan su
educación y los niños no aprenden que hay que esforzarse para conseguir algo,
no valoran lo que tienen y se engendran individuos egoístas, caprichosos y
dictatoriales. Son éstos los que luego se ensañan con el profesor, insultándole
o agrediéndole físicamente, o con compañeros de clase (a los que insultan,
humillan y golpean). La perversión es tal que a veces hasta graban con el móvil
estas vejaciones y las publican en Internet. El profesorado ha perdido casi toda
la autoridad -entendida ésta como una forma de respeto, no como un acercamiento al autoritarismo- y además no es de extrañar que sea el colectivo profesional con más bajas por depresión. En cuanto a los niños, uno de cada cuatro sufre
acoso escolar y la mayoría no lo cuenta a sus padres. Que un niño se vuelva huraño y que baje su rendimiento académico pueden ser síntomas reveladores de acoso. A veces los directores de
los centros educativos tienen conocimiento de los casos de acoso pero se inhiben para
evitar que dichos centros adquieran mala fama, convirtiéndose así en cómplices de la
injusticia. Y algunos jóvenes acosados no soportan tanta presión y acaban
suicidándose. Es la gota que colma el vaso.
En cuanto al acoso laboral decir que suele ser psicológico. En el
trabajo se pasan muchas horas (tantas o más que en la cama), por lo que es vital una buena relación entre compañeros. Es uno de los lugares donde
mejor se conoce a la gente. La envidia o
el afán de medrar llevan a bastantes personas a hacer la vida imposible a sus
compañeros para que se depriman y abandonen el puesto de trabajo. Aunque
siempre ha existido el acoso laboral ahora ha aumentado por el contexto
económico, en el que el trabajo escasea. De hecho hay jefes
muy exigentes y encargados prepotentes sin empatía que
se aprovechan de la complicada situación laboral y del despido barato: gritan, hostigan y explotan a
los trabajadores, haciéndoles trabajar más horas sin pagárselas. Saben muy bien
que si un trabajador desiste habrá otro que satisfaga sus aspiraciones.
Resumiendo, vayamos contra la ley del más fuerte denunciando estas y otras injusticias
para reducir al máximo las conductas pésimas.
Publicado en Heraldo de Soria el sábado 25 de enero de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario