miércoles, 1 de marzo de 2023

La subida de precios, una estrategia orquestada

La cesta de la compra sigue por las nubes. La eliminación del IVA a los alimentos básicos (pan, patatas, fruta, legumbres, etc.) y la reducción de dicho impuesto al aceite son insuficientes. Es llamativo, por ejemplo, el hecho de que un alimento tan abundante y saludable como la fruta esté tan caro, mientras que la comida basura (sin el menor valor nutritivo) sea tan asequible. También llama poderosamente la atención una estrategia que consiste en disminuir (a veces de forma casi imperceptible) el tamaño o la cantidad de algunos productos embolsados o envasados manteniendo el mismo precio o incluso aumentándolo. Dicha estrategia se conoce con el nombre de reduflación y es reflejo del país de chorizos en el que vivimos. Y es que hay empresas e intermediarios que se están forrando con la excusa de la guerra en Ucrania. En una economía de libre mercado no es el Gobierno el que pone los precios de los alimentos; pero este sí puede limitar el de los productos de primera necesidad, tal y como propuso Unidas Podemos. La intervención pública es necesaria para intentar corregir abusos, injusticias y desequilibrios, pues está clarísimo que el mercado no se regula solo. Por otra parte, aunque la reciente subida del salario mínimo a 1.080 euros realizada por el Gobierno progresista está bien, como en la década pasada casi no subió con el Gobierno del PP, sigue siendo bajo para el elevado coste de la vida. El salario mínimo no debería ser inferior a unos 1.400 euros al mes; una cifra que ya se habría alcanzado si desde hace 10 años se hubiese subido unos 80 euros al año.

   La mayor parte de los salarios no suben al ritmo de la vida. Sin embargo el sueldo del presidente de la patronal ha subido por encima del IPC. Garamendi cobra casi 400.000 euros anuales y pide moderación salarial sin despeinarse, a pesar de que aproximadamente la mitad de los ciudadanos no llega a fin de mes. Por cierto, el pasado mes de febrero el PP se reunió con empresarios para elaborar su programa electoral, dejando muy claro de parte de quiénes está. Los empresarios deberían pensar que cuanto menos cobren los trabajadores, peor venderán sus productos. La economía empieza en los bolsillos de la gente, pero hay una minoría poderosa que trata de vaciarlos. Si antaño los peces gordos ordenaban despidos masivos cuando había gobiernos progresistas en España, ahora disparan los precios de productos básicos y generan malestar social. En ambos casos lo hacen desde sus despachos, sentados cómodamente, sin necesidad de recurrir a la violencia. Es una estrategia perfectamente orquestada para tratar de derribar al Gobierno, ya que saben muy bien que una inflación elevada hace que bastante gente eche pestes del mismo y cambie el sentido de su voto.

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