sábado, 5 de noviembre de 2011

El principio del fin del "botellón"

Aunque últimamente el botellón está provocando un gran debate social, lo cierto es que la costumbre de beber en la calle se remonta a veinte años atrás por lo menos. En los años 80, los años de la movida, comenzaron a proliferar los pubs o discobares. Los elevados precios de las consumiciones en los mismos hicieron que la gente se montara la fiesta por su cuenta. Así que los jóvenes y adolescentes decidieron comprar la bebida en los supermercados: unos refrescos de cola y unos cartones de vino. Y mezclando ambas cosas tenemos el popular calimocho, que permite emborracharse de forma rápida y económica.

   Muchos de los que entonces hicieron uso y abuso del cachi y del litro –actualmente calvos, feos y gordos- han puesto el grito en el cielo porque no podían dormir por la noche debido a la movida nocturna que hasta hace poco tenía lugar en muchas calles y plazas de nuestro país. El acicate de la prohibición ha sido una reciente sentencia judicial, que ha dado la razón a unos vecinos cansados de soportar los ruidos, las voces, las meadas y los vómitos en los portales, etc. Asimismo, al término del ritual, las plazas y parques (en los que parecía que había tenido lugar una batalla campal) parecían basureros. Y además en muchas ocasiones el llamado “mobiliario urbano” (farolas, bancos) acababa destrozado, ya que el alcohol genera conductas agresivas en muchos individuos.

Actualmente muchos jóvenes se reúnen en botellódromos

   Reconozco que las consecuencias del ritual empezaban a ser graves y había que atajarlas de alguna manera. Pero la prohibición, si no va acompañada de medidas alternativas (de ocio en este caso) y de diálogo con los jóvenes, no va a solucionar el problema. Los jóvenes van a seguir bebiendo, aunque a escondidas. Paradójicamente, el botellón estaba más controlado antes de la prohibición porque los jóvenes solían frecuentar el mismo sitio. La medida represiva, viniendo del Gobierno que tenemos, no me extraña en absoluto. Y que conste que no estoy haciendo demagogia. Al hijo de un trabajador le resulta más difícil costearse los cubatas de los discobares. Por otra parte, muchas veces me pregunto si realmente el Gobierno busca que la juventud no beba, o simplemente arrancar un puñado de votos de ciertos sectores de la sociedad a los que ha contentado con la prohibición. Y desde estas líneas quiero recordar al Gobierno que no se trata de legislar más, sino de cumplir las leyes ya existentes. Estas leyes no se están aplicando, puesto que los menores de 16 años obtienen bebidas alcohólicas en tiendas y supermercados. Y a mi juicio, los establecimientos que no cumplen la ley deberían ser sancionados. Tengo la impresión de que están poco controlados.

   El problema se soluciona si se eliminan las causas que lo provocan. Las causas de que los jóvenes beban en exceso son la falta de alternativas de ocio (el Gobierno debe invertir más dinero en políticas destinadas a la juventud), la falta de ilusión y de expectativas de futuro (la precariedad laboral), la presión del grupo de amigos (beber para ser aceptado). Los jóvenes también asocian el alcohol a diversión y lo utilizan como medio de evasión (les desinhibe y les hace olvidar sus preocupaciones). Pero la sociedad también es muy culpable del problema, al ser tolerante con una sustancia tan perniciosa y adictiva como el alcohol. Y además se estimula su consumo (todo se celebra bebiendo). La solución al problema también pasa por el autocontrol, la información y la educación en entornos tan decisivos como la familia (el joven tiende a imitar lo que ve en casa).

   El principio del fin del botellón también llegará cuando los bares, discobares y discotecas cumplan los horarios de cierre (y cierren antes), por no hablar de los after hours, que abren a las 8 de la mañana. Pero claro, mucha gente joven sólo se manifestaría para ampliar el horario de apertura de estos locales. Y mientras siga pagando papá...

Publicado en Heraldo de Soria el jueves 14 de marzo de 2002

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